Nací en Sevilla, era una época muy diferente a esta.

De pequeña fui una preciosa niña, esa hija que a todos nos encantaría tener: estudiosa, dulce, sensible y muy mona.

A pesar de ser brillante en los estudios, no recibí el reconocimiento esperado por parte de mis padres, se suponía que “esa era mi obligación”.

Con el tiempo, yo misma empecé a quitar valor a mis logros, capacidades, opiniones y necesidades. Poco a poco perdí la autoestima y confianza en mi.

Eso no impidió que yo siguiera esforzándome pues esa era mi condición, sin embargo, la falta de fe en mí misma acabó de extenderse a todas las áreas de mi vida.

Estudié Enfermería y empecé a trabajar con veinte años, aunque mi profesión me encantaba, siempre supe que había algo más para mí.

Observar la enfermedad y la muerte en personas de diferentes edades, incluso adolescentes y niños, me impulsó a hacerme montones de preguntas, preguntas que nadie sabía contestar, es por eso, que inicié una búsqueda.

Leía todos los libros que caían en mis manos sobre espiritualidad y salud.

Las relaciones de pareja no me funcionaban, tuve que superar tres rupturas muy dolorosas, la tercera con divorcio y un precioso bebé de cuatro meses en los brazos.

En aquella época devoraba libros de psicología, autoayuda y relaciones de pareja. Era capaz de leer un libro en una tarde. También incorporé la meditación a mi rutina diaria.

Los problemas económicos no se hicieron esperar y, mi hijo como adolescente no me lo puso fácil.

El estrés y las preocupaciones terminaron por hacerme enfermar. Durante mi convalecencia, me enfoqué en entender la enseñanza que puede mostrarnos la enfermedad y cómo puede significar una verdadera catarsis, si sabes escuchar.

Cuando mi hijo empezó a ser más independiente noté un gran vacío en mi vida, habían sido demasiados años volcada en mi papel de madre. Fue entonces cuando caí en las compras compulsivas. Parecía que comprar aliviaba el dolor que sentía, al menos por un tiempo, pero mi casa estaba abarrotada de objetos y mi economía se resintió todavía más.

Este fue el detonante para el cambio, al hacerme consciente de todo lo que estaba sucediendo, decidí que no podía seguir así.

Primero dejé de comprar y me centré en hacer una gran depuración de objetos en mi casa. Lo ordené todo con el método konmari y, cuando terminé este trabajo pensé ¿ y ahora qué?

Me sentía mejor que nunca y con ganas de aprender sobre los temas que siempre me habían apasionado: autoayuda, espiritualidad, psicología, salud y metafísica.

Empecé a estudiar cada libro que caía en mis manos. Completaba mi formación con cursos, retiros y mentores. Aplicaba todo lo aprendido y de repente mi vida empezó a cambiar.

Poco a poco empecé a creer en mí y, aunque mi mundo seguía siendo el mismo, mi forma de estar en él era muy diferente. Esto, empezó a extenderse a las diferentes áreas de mi vida.

Ahora ocupo un puesto de gran responsabilidad y complejidad en el hospital, cosa que hace años ni me habría planteado.

Mi economía está renaciendo de sus propias cenizas y cada día estoy más tranquila en este aspecto.

Disfruto de una relación de pareja que crece y se hace más sólida cada día.

A pesar de estar muy ocupados, mi hijo y yo siempre encontramos tiempo para poner en común nuestras ideas, ilusiones y proyectos.

De nada serviría haber superado con creces todos los retos que la vida me propuso, si no compartiera todo lo aprendido contigo.

Después de 36 años trabajando como enfermera, he tenido ocasión de cuidar a pacientes y acompañar a familiares en los momentos más críticos de su vida: diagnósticos muy graves, pérdida de capacidades, cuidados paliativos y duelos. Cuento con la información y experiencia necesaria para acompañarte en ese cambio que tanto necesitas.

Ya está bien de llevar una vida que da vueltas en círculo, de crear un presente igual a tu pasado y un futuro igual al presente, eso es morir en vida, ir echando días, meses y años atrás hasta que se te acabe el tiempo.

Mi objetivo es que recuperes el entusiasmo, esa estrella que habita en tu corazón sólo quiere volver a brillar. Ya puedo verte levantándote cada día como en la mañana de Reyes, esperando con alegría el regalo de vivir. Y es que tu Felicidad me importa tanto, que me importa más que a ti.

Bienvenido. Bienvenida.

¡¡ GRACIAS ¡¡